Las relaciones entre Irán y el mundo árabe han sido siempre tensas, y la desconfianza y el recelo nunca han dejado de estar presentes. Sin embargo, la situación actual, donde las ambiciones del polémico presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, destacan por su carácter expansionista, los recelos de los países árabes de Oriente Próximo a perder su hegemonía reflorecen en la región.
La situación ha traído en mente a la zona la sensación vivida durante la revolución islámica de Irán de 1979, cuando ya en esa época la revolución hizo peligrar y cambió las relaciones entre el país persa y sus vecinos árabes. Ya por ese entonces, el discurso exterior iraní demostró su agresividad hacía los Emiratos Árabes y Arabia Saudí, tachando a sus gobiernos de corruptos y abogando por el cambio en estos países. La ardua guerra de Irán con Iraq, fue una buena muestra de las tensiones que Irán despierta entre sus vecinos, donde la mayoría de países no dudaron en dar su apoyo a Bagdad ante un Teherán desafiante. Solo un Líbano y una Siria más influenciados y eclipsados por las intenciones persas dieron su apoyo al régimen de los ayatolás.
Son varios los ejemplos de provocaciones de Teherán hacia los países árabes que podemos encontrar a lo largo de la historia. En 1979, la firma de paz de Saad con Israel, haría que Teherán cortara las relaciones diplomáticas con Egipto en 1980. En 1986, Arabia Saudí arrestaba a un centenar de ciudadanos iraníes armados en el aeropuerto de Jeddah, cuando pretendían llevar a cabo atentados en el país. Un año más tarde, en 1987, se producirían graves incidentes y disturbios iniciados por milicianos iraníes camuflados de peregrinos en la Meca, y que acabarían con centenares de heridos y muertos. Estos son tan solo dos de los ejemplos de las múltiples provocaciones que Teherán ha ido propagando en la zona.
No obstante, no todo han sido fracasos para Teherán, y sus lazos diplomáticos han conseguido crear verdaderas semillas en el Líbano, Siria o más recientemente en Gaza. La polarización de la política exterior de estos países donde Israel es un factor clave y constante de ellas, ha hecho que ciertos sectores de su población despierten una simpatía hacia el régimen iraní.
Uno de los ejemplos más gráficos de dichos lazos lo podemos encontrar en el Líbano, donde la creación en 1982 de Hizbulá, apoyada directamente por Irán en su intento de desestabilizar al país en su dura guerra civil, abriría una brecha en la sociedad del país mayor de la que nadie esperaba, llegando hasta su influencia de hoy en día. El recibimiento de honores a Ahmadineyad durante su reciente visita de hace un par de meses a Beirut, fue una muestra gráfica de la incursión de Teherán en este país.
Buena parte de la fricción existente entre árabes y persas viene asociada a la eterna disputa que chiitas y suníes vienen llevando a lo largo de los siglos para mostrar el islam verdadero a los países de la zona. Ya en el año 632, con la muerte del profeta Mahoma, la disputa por el liderazgo de la fe después de su muerte llevaría a las primeras disputas conocidas. Hoy en día, Irán, con un liderazgo renovado y mediático, supone un peligro para la estabilidad sunita de la mayoría de países de la zona, y un peligro para la exaltación de fervorismos chiitas de las minorías que con más o menos inclusión, residen en el panorama de los países de la región. A día de hoy, ya nadie duda de los peligros que dicha exaltación puede conllevar. Uno de los más tristes ejemplos, Iraq, ha puesto de relieve que los choques entre sunitas y chiitas no entienden ni de diplomacia ni de relaciones internacionales.
Sin embargo, lo que ha levantado las alarmas de la mayoría de países de la zona y una verdadera carrera armamentística en la región, ha sido la nueva fijación iraní por obtener arsenal nuclear. Arabia Saudí, Egipto, Jordania, o los mismos Emiratos Árabes, llevan ya varios años advirtiendo del peligro que un Irán nuclear supone para Oriente Próximo. El miedo a una guerra o a un accidente nuclear en las facilidades nucleares del país persa no deja de crecer. Por ejemplo, Kuwait o Bahrain, sólo a varios centenares de kilómetros de las instalaciones de Bushehr, podrían ser destruidos o fuertemente dañados en caso de accidente nuclear. Por otra parte, la semana pasada, Wikileaks, también nos hacía participes y confirmaba el verdadero temor que los planes iraníes han desatado en la zona.
Esta semana, se daba a conocer otra noticia que no dejará más tranquilos a los países árabes; el nuevo nombramiento de Ali Akbar Saleahi, jefe de la Organización Atómica Nuclear de Irán como nuevo ministro interino de exteriores del país. La maniobra se producía después de que el pasado día 13, mientras se encontraba de visita oficial en Senegal, el hasta entonces ministro de exteriores, Manouchehr Mottaki fuera destituido por Ahmadineyad.
El cambio, es una clara muestra de la centralidad que la política nuclear iraní supone para el presidente y cómo de este modo el presidente asegura que ningún posible elemento contrario o opositor le pueda hacer frente a sus planes. Mottaki, se había dado a conocer por criticar la política del presidente y se había quejado de su limitación de actuación. El hecho de que el ministro esté en rango interino, da cierta ventaja a Ahmadineyad, quien no debe sortear momentáneamente la aprobación del parlamento y de los Guardianes de la Revolución, quienes deben de aprobar todo nombramiento de cualquier ministro.
En conclusión, Irán y su carrera nuclear han despertado un sin fin de tensiones en los países árabes de la zona, quienes ven como el equilibrio de poder en la región puede cambiar. El temor a que las poblaciones minoritarias chiitas pueden sublevarse crece a la par que una carrera nuclear en la región se desata ante un posible Teherán nuclear. Las razones del miedo y la desconfianza varían de país en país pero las principales razones pasan por el temor al crecimiento de la influencia chiita en la zona, al miedo a que un problema con Irán desate un conflicto bélico de mayor escala en la región, a la desaversión a las intenciones expansionistas de Irán y al miedo a un posible accidente nuclear, entre otras.
En este panorama de desavenencias entre árabes e iraníes, la diplomacia internacional debe ser capaz de escuchar a su vez a los temores y a los consejos de los países árabes, quienes más que nadie, son conscientes del riesgo que un Irán nuclear supone para la zona.
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