La guerra contra los cárteles en México no es solo la historia de un fracaso, como algunos analistas intentan transmitir. Esa lucha por recuperar la presencia del estado en todo el territorio mexicano deja algunas enseñanzas que deben ser recogidas por otros países que están a las puertas de vivir situaciones semejantes (léase el caso cada vez más preocupante de Guatemala).
El gobierno de Felipe Calderón se planteó en 2007 la necesidad de encontrar y potenciar una fuerza de élite para luchar contra los cárteles. Un grupo de las fuerzas de seguridad del estado que estuviera lo menos contaminado y expuesto a la infiltración del narcotráfico.
Se llevó a cabo entonces una purga en la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada por sus vínculos con narcotraficantes y el grado de infiltración. Esta operación dejó muy debilitada a la Procuraduría General de la República.
Descartado este organismo, había que buscar otro que llevara el peso en la lucha contra los cárteles, y el elegido fue la Armada mexicana que, si bien no era "intocable", pues el dinero de los narcos es altamente corruptor, sí era poco, o menos, "tocable".
La Armada ha estado detrás de las caídas de los capos más importantes como Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, "Tony Tormenta", Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, Sergio Enrique Villareal Barragán, alias "El Grande", o la de Arturo Beltrán Leyva, conocido como el "Jefe de Jefes".
Pero el ejemplo mexicano para aplicar en el resto de región va más allá porque detrás de esos éxitos está, en concreto, la Unidad de Inteligencia Naval, nacida a comienzos del año 2008, encargada de llevar a cabo misiones basadas en la inteligencia y respaldadas en un cada vez más importante cuerpo de infantería de marina y de operaciones especiales.
Desarrollan, como afirma Raúl Benítez Manaut "actividades invisibles" que no perjudican al ciudadano y, por lo tanto, no generan rechazo. Es decir operaciones de cirugía para dar seguimiento y reunir información sobre los capos aún prófugos, a fin de detenerlos, tras una larga labor de inteligencia.
¿Qué enseña la experiencia mexicana a Guatemala, El Salvador u Honduras? Pues que en la lucha contra los cárteles y las maras la efectividad no reside en mandar sin más el ejército a combatir a estas mafias. Detrás debe haber preparación, una labor de formación y una apuesta decidida por la inteligencia, más que por la "fuerza bruta", ciega y sin sentido.
El triángulo norte centroamericano, en especial Guatemala, debe inspirarse en el ejemplo mexicano. Llevar a cabo una, sin duda traumática, purga dentro del aparato del estado, copado, en parte, por los llamados "poderes paralelos (como hizo el gobierno de Calderón con la Procuraduría).
Luego, elegir un grupo de "intocables" para llevar a cabo los operativos especiales contra los capos, mientras que de forma paralela se va reconstruyendo una fuerza policial que, con el tiempo, vaya asumiendo las labores encomendadas al ejército.
No hacer esto, supone limitar la lucha a acciones más o menos espectaculares que se agotan en sí mismas (como el estado de sitio decretado recientemente en Alta Verapaz -Guatemala) pero no evitan el crecimiento de la hidra que encanan los cárteles.
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