En las dos últimas décadas, el Mediterráneo tampoco ha ocupado un lugar preeminente desde el punto de vista estratégico. La creciente importancia de Asia en el cambio de poder mundial, deja al continente europeo con sus propios problemas y, en sus aledaños, la atención se centra en las relaciones de Europa, o algunos de sus países, con Rusia. En estas condiciones, con el statu quo de Chipre inalterado, con el conflicto israelí-palestino confinado a una zona concreta y con Jerusalén mirando hacia Irán, Egipto con su protagonismo congelado, con Libia instalada en su semiletargo, sin grandes convulsiones en el Magreb y con la mayoría de los países europeos ribereños instalados en su decadencia económica e irrelevancia, el Mediterráneo da la impresión de ser un pantano estratégico.
2011 puede ser testigo de acontecimientos en la parte oriental del Mare Nostrum que modifiquen esta situación. El año comenzó con el sobresalto del ataque yihadista a los coptos en Alejandría y el acontecimiento ha activado la alerta en relación a cómo se pueden desarrollar las potencialidades de inestabilidad estratégica que existen en el Mediterráneo oriental.
Egipto entra en un periodo de transición con la más que probable sucesión del Presidente Mubarack y el ataque a los cristianos coptos se relaciona con la irrupción del yihadismo en el proceso. La importancia estratégica de Egipto es evidente, y el bajo perfil de su política exterior en la última década no debe llevar a engaño. Hay que recordar que Egipto es un firme aliado de Estados Unidos en la zona, que mantiene relaciones con Israel y que, junto con el estado judío, garantiza la desmilitarización del Sinaí.
La sucesión de Mubarak es vista con preocupación desde Estados Unidos e Israel. La posible imposición de Gamal Mubarak como futuro presidente, la sucesión hereditaria a la siria, es previsible que provoque convulsiones en el aparato del régimen que pueden degenerar en fisuras. La política egipcia de los últimos años ha estado enfocada a la estabilidad interior y esta postura ha sido la mayor contribución del país del Nilo a la lucha contra el yihadismo. El terrorismo islamita egipcio de los 90 tomó como blanco a los extranjeros para, de esta manera, afectar al turismo, la mayor industria del país e intentar desestabilizar al régimen. Es por lo que el atentado de Alejandría parece ir encaminado a la división de la sociedad egipcia por la falla religiosa. Aunque los coptos sólo representan un 9% de una población de 83 millones, la ruptura sectaria sería catastrófica para El Cairo. Se cree que es Al Queda desde Irak quien ha conducido el ataque, ya que recientemente había amenazado a los cristianos egipcios. Esta acción coincide con ataques sectarios de la misma índole en Irak y Nigeria.
Una posible inestabilización de Egipto sería una pésima noticia para el equilibrio regional y global. El país de las pirámides tiene un gran peso específico en el mundo árabe, ya que constituye uno de sus centros históricos de cultura. No es extraño que la Yihad quiera contar con él, ya que es cuna de muchos de sus modernos próceres y "mártires", a la vez que sueña con una hipotética República Islámica de Egipto como uno de sus baluartes. Con un Egipto desestabilizado, el precario equilibrio en Oriente Próximo, quedaría afectado seriamente, las relaciones de El Cairo con Arabia Saudí se verían afectadas y el peligro de proliferación se incrementaría; el frente sur de Israel se reactivaría, afectando a la frontera de la franja de gaza y al frente del Sinaí; la conexión de Hizbulá con El Cairo sería posible e Irán obtendría un filón para aumentar su influencia.
Occidente debe evitar un Egipto inestable que conectaría con la conflictiva situación en Sudán, pendiente del referéndum secesionista de este mes, incrementando el ya amplio arco de tensión en la zona noreste de África, lo que incluiría puntos críticos para el tráfico marítimo tales como el Canal de Suez y el estrecho de Bad el-Mandeb. Generaría una gran capacidad de contagio a la península arábiga y conectaría, en el Índico, con el ámbito somalí.
Otro acontecimiento importante se producirá en Turquía, 2011 es un año electoral. Se pronostica otra victoria del partido AK del Primer Ministro Erdogan, esperándose que continúe aportando estabilidad política para apuntalar el gran crecimiento económico del país. Existen motivos para creer que Ankara seguirá tanto con el proceso de islamización, alejándose del kemalismo, como con el distanciamiento de la Unión Europea y de Estados Unidos, pero sin rupturas.
En los últimos años Turquía ha emprendido una senda de afirmación identitaria retomando la referencia de su pasado otomano, en búsqueda de su sitio como potencia regional. El distanciamiento de Israel, su acercamiento a Damasco, su interés en Irak, sus relaciones con Rusia y con los países del Cáucaso, son muestra de esta tendencia. En estas condiciones, Ankara se presenta como un interlocutor principal en el mundo islámico.
La reciente cumbre entre Turquía, Pakistán y Afganistán es un claro aviso a Estados Unidos de la voluntad de Ankara de ejercer de broker en el conflicto de Af-Pak, tanto en su condición de miembro de la OTAN como en la de interlocutor del mundo islámico. De esta manera, queda patente la voluntad de los turcos de jugar un destacado papel en cualquier solución negociada al conflicto.
La actuación turca en Oriente Próximo tendrá, tarde o temprano, que contrarrestar a Irán. La influencia iraní en Irak es más probable que vaya en aumento después del regreso a Bagdad del clérigo chií Muqtad- al Sadr, tras tres años de exilio voluntario en Teherán, lo que radicalizará la función de su partido en el Gobierno iraquí. Teniendo en cuenta que Irán ejerce influencia en el Líbano a través de Hizbulá, los esfuerzos turcos tendrán que concentrarse hacia el sureste y atraerse el favor de Siria.
En estas condiciones, Israel tendría que adaptarse a una nueva situación. La amenaza nuclear iraní, el reforzamiento de Hizbulá y la posibilidad de inestabilidad en el Sinaí, conformarían un cerco difícil de soportar, lo que determinaría la política de Estados Unidos en la zona y pondría en cuestión las expectativas de creación de un estado palestino.
La postura de Turquía a corto y medio plazo será decisiva en la región. Aventuras como la de la "Flotilla de la Libertad" no marcan el mejor de los caminos para una potencia que persigue el liderazgo regional. Ankara debe buscar su protagonismo como nexo de unión entre Occidente y el Oriente Próximo.
El Mediterráneo Oriental se presenta como un escenario a seguir atentamente en 2011.
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